MÍSTICA

San Andrés Tuxtla, Catemaco Veracruz México 1976
48 años de edad, 13 años como chalán de albañil
Salario: $1800 MXN ($105 USD) a la semana

 

— Yo soy la Mística, la otra mamá de las pollitas ¡Ay señor!

A los nueve años me di cuenta de que me gustaban los hombres, pero no fue hasta los 14 años que entendí y supe que era gay. En aquel entonces, ser gay era mal visto.

Estudié hasta primer grado de primaria. En el pueblo, la educación no era una prioridad y el apoyo de mi papá era nulo, por lo que comencé a trabajar a los siete años. En ese tiempo, no había servicio de agua potable, así que teníamos que recorrer alrededor de 8 km para llegar al nacimiento de agua y llenar un bote de agua. Mi trabajo consistía en acarrear el agua para otras personas, quienes me pagaban un peso por cada bote que les llevaba. Otras veces, trabajaba a las afueras de la terminal de autobuses cargando la mercancía de la gente y llevándola a sus hogares, ya que las distancias eran enormes, a veces hasta una hora caminando. Cuando eres niño, el dinero, por poco que sea, parece una fortuna.

A medida que crecí, comencé a trabajar en el corte de tabaco, fruta y verdura de temporada. Luego empecé a vender antojitos regionales de Veracruz, como empanadas, garnachas, memelas y tacos dorados, en casa. Esto nos permitía comer y vivir sin preocupaciones, hasta que los hasta que ejidatarios decidieron aumentar el costo de entrada a la cascada Eyipantla en Catemaco, lo que llevó a una reducción del turismo y una interminable pelea y culminó con la destrucción de las escaleras que conducen a la parte baja de la cascada el año pasado, esto provocó un gran declive económico en el pueblo, afectando a quienes vivíamos de ello.

Me vi en la necesidad de dejar el pueblo debido a que lo que ganaba no era suficiente. Llegué a la Ciudad de México y trabajé en el mercado de la Merced como cocinera, porque tengo una gran sazón, y a eso me dediqué durante cinco años, hasta que mi mamá enfermó. San Andrés ha ganado fama de ser un pueblo de albañiles, y decidí convertirme en uno para poder darle dar seguridad de salud. Así que empecé y continúo siendo chalán de albañil.

 María, mi madre biológica, falleció cuando yo tenía 16 años, dejándome al cuidado de Rosa, a quien yo conocía desde los cinco años. Rosa, una señora a la que mi mamá ayudaba con los quehaceres de su casa, se convirtió en mi otra madre. Ellas me enseñaron a estar orgullosa de quien soy, hasta los últimos años de sus vidas, fueron y serán mi motor. Siempre he sido una jota amada y querida, una jota alegre y feliz, orgullosa de quien soy hoy en día.

Gracias, mamás, por todo.